Nada más salir de la estación preguntamos si había algún albergue donde pasar la noche y en seguida nos explicaron cómo llegar a él. Parecía que la suerte estaba de nuestro lado; caminamos unos 2,5 kms alrededor del lago con una sonrisa de oreja a oreja y sacando fotos a diestro y siniestro hasta llegar al Jugenherberge. Esperamos hasta que nos atendieron y un muchacho muy majo con ojos de tristeza nos comunicó que estaban al completo. Gaja y yo nos cruzamos una mirada de “¡oh, no! ¿qué hacemos ahora?”, que el recepcionista entendió al vuelo (no hace falta saber idiomas para entender el lenguaje corporal) y nos informó de otro albergue en Neustadt (el pueblo de al lado). Llamó para asegurarse de que disponían de dos camas libres y nos dió un mapa para poder llegar hasta allí. Salimos de allí cabizbajas y pensando que no teníamos ni la más remota gana de volver a subirnos a un sexto tren. De camino hacia el pueblo, vimos un camping a orillas del hermoso lago, y se nos ocurrió preguntar, por si sonaba la flauta, si tenían algún recobeco para nosotras. Una mujer a la que parecía no influir lo más minimo el vértigo de las prisas de este mundo, nos dijo que tenían una tienda montada en la que podíamos pasar la noche. Nos lo dejaron todo: dos sacos de dormir, dos esterillas, una manta adicional para combatir el frescor nocturno y una almohada. Sin saber cómo el destino hizo que acabáramos dos chicas que apenas nos conocíamos de una semana atrás en una tienda de campaña en primera línea de lago en la Selva Negra, apartadas del mundo material, nos sonreímos mutuamente y nos sentamos en las rocas a mirar toda aquella maravilla de la vida.
Volvimos al pueblo para cenar y tomarnos unas cervecitas en una terraza. Charlamos largo y tendido sobre la vida, el universo y todo lo que en él habita (incluídas nosotras mismas). Regresamos al camping para sentarnos una vez más a orillas del lago y disfrutar de aquel cielo nocturno en el que algunas perseidas se dejaban ver caer. Wunderbar!
Al día siguiente nos despertamos con una carcajada, pues mi compañera se había hecho un lío con el saco y parecía no poder desenredarse, y su primera palabra del día fue “joder!”. Tras desayunar unos golosos y gigantescos duces alemanes, nos encasquetamos los biquinis y alquilamos un pedalé para ir a disfrutar de la tranquilidad del lago.
Después recorrimos los ocho kilómetros de ruta que circundan el Titisee, comimos un bocadillo, y de vuelta a la estación donde cogeríamos el primero de los trenes que nos devolverían a Heidelberg.
3 comentarios:
wow, your hair is so long now !
Not as long as yours, though! One day I'll catch you!
Te idolatro Txoeider !!!
by Malagueta Trance (el poder de la subbética en la costa)
www.fotolog.com/karkabuey
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