Nos hospedamos en una habitación de tres camas en el Hostal Remigio (al que tengo que hacer propaganda por lo bien que está situado y lo agusto que estuvimos). La chica de la recepción nos indicó hacia dónde caminar para encontrar la marcha alternativa y clandestina. Así que plano en mano nos hicimos amos de la noche tudelana. Para variar nos lo pasamos mejor que nunca; cosa que se repitió el sábado.
Lo bueno llegó después. Ninguno de los tres se acordó de que el domingo por la mañana debíamos dejar la habitación antes de las doce. Por eso no sonó ningún despertador. La amable insistente llamada a la puerta de la chica de la limpieza tuvo que liberarnos del calorcito de las sábanas para que nos pusieramos en marcha porque nuestro tiempo en su establecimiento había acabado. Vistiéndonos con un ojo abierto y el otro cerrado por vacaciones, agarré mis pantalones para descubrir que mis pantalones estaban empapados inexplicablemente. Y una zapatilla de Ibra también. Sin entender todavía el por qué de aquel suceso, decidimos pasar primero por el coche de este para que cogiera sus botas secas. Llegamos al aparcamiento. Pero no había coches. Sustito. Y había millones de cristalitos en su lugar. Sustito. Y en medio de tanto cristalito una pegatina naranja fosforito. Sustito. Aviso del depósito de vehículos de la policía municipal. Sustito. "Cabezas arriba, no nos alteremos!" balbuceé. Aquellos viandantes que circulaban por allí en aquel preciso momento no tenían ni idea de dónde estaba el depósito, pero nos dieron una idea que nos sacaría de aquella inacción. Flipando con la situación nos dirigios hacia una carrera donde se suponía encontraríamos a los municipales cortando calles. Así fue. Le dijimos que nos indicara por favor dónde estaba el dichoso depósito, ya que nos habían llevado el coche de un lugar aparentemente seguro, sin OTA y sin prohibiciones. Nos preguntó entonces "No será por casualidad una Combo, ¿no?" Así era. Pues, al parecer un delincuente habitual de origen extrangero, álias "el egipcio" (!), había irrumpido en el vehículo, tras romper el cristal del piloto, con el único propósito de encontrar un lugar calentito donde pasar la noche. ¡Anda que... y nosotros pagando pa dormir! Total, llegamos al lugar del crimen y allí estaba desamparado el cuerpo de la víctima. Millones de cristalitos por doquier. Sí, Ibra reconoció rápido su coche. Pero aún tendríamos mucho que hacer. Tenían al señor arrestado y necesitaban una denuncia para que sus fechorías tocasen fondo. Así que por Tudela buscando a la Policia Nacional. Tras una retahíla de preguntas, fuimos a hacer tiempo y turismo. Pues nos habían dicho que lo menos hasta pasadas dos horas no podríamos recoger el auto. Todo esto nos vino genial, pues si no hubiera sido por eso, no hubiéramos o hubiésemos recorrido todo Tudela como al final lo hicimos.
Coger el coche, quitarle lo más gordo como pudimos, encelarle la ventana con plástico y celo marrón y caminito a una gasolinera con aspiradora. Límpiamos todo lo bien que pudimos y cada uno se separó hacia sus destinos alejados.
Pero la cosa aún no había acabado para Guruz y pa mí...
(seguirá...)