Hace dos fines de semana estuve en un concierto en el Antzoki de Durango. Los míticos Piperrak iban a grabar un dvd del que sería su último concierto, que cerraba también el circuito de la gira que estaban haciendo. Un éxito total. El establecimiento rebosaba de punkis y de litronas de kalimotxo. El hecho de que nos costó la vida encontrar aparcamiento ya nos daba una pista del llenazo que íbamos a encontrar en el lugar. ¡El movimiento punki vive! Esa moda de crestas y cortes multicolores, de medias rotas y mallas desgarradas, de chupas, chapas y cadenas proveniente de los más alejados puntos de la península dio a la villa duranguesa un ambiente diferente. Personalmente, me alegré de ver que no todo es lo mismo, que hay gente diferente y de que el movimiento punki-basurilla vive. ¡Que vivan los punkis!

La apertura de puertas tuvo lugar a las 19.30 y Segismundo Toxicómano, Lendakaris Muertos, Manolo Kabezabolo y los históricos Piperrak completaban la actuación. Solo me queda una queja que hacer: que para todo lo grande que es el establecimiento, el sistema de megafonía no era suficiente; más bien escaso, pues, nosotros, que estábamos por la mitad, oíamos las canciones muy bajitas. Menos mal que todos los que abarrotábamos el local nos sabíamos las canciones de memoria y cantábamos sin hacer mucho caso a que el audio fuera bueno o malo. No faltaron bailoteo, botes, empujones ni alzamientos; lo que fomentó el buen rollo conciertero punkarra. Una vez más, me lo pasé pipa.

“Hooyyy, hoy he vuelto, hoy he vuelto a soñar, a soñar con ella...
eees, mi fiel compañera, la que me da y me quita alegrías y penas...
¿quéee, qué culpa tengo yo de haberme enamorado de una botella?”

¿Quién no se acuerda de esta oda a la botella? ¡Gora Piperrak de la Ribera!