2008-10-20

DESPERTAR II

He estado de paseo y me he sentado en un banquito en medio de un robledal a sentir la Vida. Una vez más una sensación de bienestar me ha inundado el cuerpo y me han entrado ganas de dar las gracias a nuestra Pachamama por esto que nos regala cada día para que podamos seguir respirando tranquilos de que no nos va a faltar el aire. A nuestro Padre el Sol, por darnos el calorcito para templar nuestra sangre y así poder seguir en movimiento; y a nuestra consejera la Luna, por estar ahí para decirnos que hay más luz que sabe brillar en una fría y eterna oscuridad, que nos recuerda que no todo lo que reluce es de color de oro y por saber guardar nuestros secretos más ocultos. No los podía ver: ni a Lorentzo ni a Kattalin, pero no me hacía falta alcanzarlos con la vista para estar segura de que están ahí en todo momento. Y los he sentido dentro de mí, y he sentido a la Tierra: he puesto los dos pies en el suelo y he alzado la vista para aspirar el cielo de nubes rosas. ¡Qué bien se sienta una cuando se sabe en los brazos de su Madre! Un murciélago ha empezado a volar en espirales frente a mí, y me he quedado como pensando en algo que no sabía lo que era. Una rama de un roble situado detrás de mí, ha dejado caer una bellota haciendo que chascaran las hojas que yacen en el suelo. Y me ha venido un pensamiento a la mente: ¡claro! Todo lo que deja de tener vida, todo lo que muere, cae al suelo. Todo termina en la Tierra. Es como si nuestra Madre Tierra acogiera así en su regazo lo que antaño puso de pie. ¡Es maravilloso! Es como si se hiciera realidad la historia al revés que dice que tendríamos que nacer de la muerte y al final de nuestros días tendríamos que acabar en el útero de nuestra madre, porque es el sitio más perfecto, ¡es el paraíso! ¡¡Y así es!! ¡Volvemos al lugar del que vinimos: a los brazos de nuestra Madre Tierra, a la Vida! ¿Será eso lo que las religiones han querido llamar como resurrección? Me ha invadido una fuerte oleada de alegría y tranquilidad. Pero, de pronto, he notado como empezaba a llorar. Y, sin embargo, las lágrimas no caían hacía el exterior sino hacia dentro. Notaba como esas lágrimas formaban un riachuelo que regaba todo mi ser y me sumergían en una apacible melancolía. No sé cómo ponerle palabras a tanta emoción. No me sentía triste, pero, sí, muy melancólica, como si añorara algo que no alcanzo a recordar.
La Madre Tierra siente y necesita cariño y tacto, como toda forma de vida. Ella que no hace más que ofrecer sin esperar nada a cambio, Ella que nos otorga la vida y nos espera en la muerte, Ella que no hace más que perdonar, levantarse por sí sola y sonreírnos como si no hubiera pasado nada, Ella que es todo amor, Ella que es todo Vida. Increíble.


Aún sigo sin entender la prisa y el vértigo de la carrera de la evolución y el desarrollo de este mundo tecnológico, que todo lo arrasa sin más lógica ilógica (*) que el “bienestar de la sociedad”. Cada vez que intento criticar la constante e improvisada implantación de construcciones y acciones fantasmagóricas de diferentes servicios, alguien me pregunta que en qué mundo vivo; que una persona inteligente no puede perder el tiempo en pensar en esas chorradas que ocupan la cabeza de esos que luchan y aparecen en la tele; paso a un nivel inferior en los ojos de toda esa gente que evoluciona paralelamente con esta sociedad de consumo y de mentira, y se lo creen. Desde luego a todas esas personas quiero decirles que tengo los pies, la cabeza y el corazón en este mundo. Sé sentir el mundo como ójala los demás lo hicieran, porque es algo grande, precioso y tranquilizador. Estoy segura de que hace mucho tiempo, cuando aún no pensábamos tanto en nuestro comfort, sino en vivir en paz con nuestro entorno, tuvimos una relación con la Tierra que va más allá de lo que cualquier acción mundana pueda aportarnos. Conocíamos la verdad y era muy bonita; se podía vivir en paz porque no había miedo. ¡Claro! ¿A qué íbamos a tener miedo, si la realidad era tan apaciguadora? Ahora hacemos especulaciones de lo que puede ser la verdad, o mejor dicho, otros las hacen por nosotros y nosotros las aceptamos como tal. Tenemos miedo porque quieren que lo tengamos, porque esa es la única manera de creer en su protección...
En fin, estas charlas me pueden dar para muy largo y me tengo que ir: PEACE AND LOVE.

(*) Que quede bien claro que es la lógica la que lleva el adjetivo de ilógica, y no al revés. A estas alturas supongo que está claro a lo que me refiero, pero como no quiero que quede ni el más mínimo resquicio de duda ante los más exigentes, no me cuesta, y de hecho, me tranquiliza, aclararlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la tierra, no es más que otra parte del Todo, no hay excepción, todos somos Uno

somos cuentos contando cuentos, nada

creo...

:)